–¿Qué más me puede decir del sector nuclear en la Argentina?

–Está reactivado, se está terminando la demorada obra de Atucha II, se está desarrollando el prototipo Carem, que será el primer reactor de diseño argentino, se va a extender la vida útil de la central de Embalse por 25 años más y se está avanzando en una cuarta central de 1500 MW.

 

–¿Y podrían llegar a instalarse nuevas centrales en otros puntos del país?

–Sí, hay varios lugares potenciales. En los ’70 se hizo una evaluación y se estudiaron varios sitios para instalar cuatro centrales. Ahora un lugar analizado es la provincia de Formosa, donde se decidió instalar un reactor Carem de potencia.

 

–Volviendo a la planificación, ¿qué debería hacer el país para asegurarse la provisión de energía eléctrica?

–Tenemos que reemplazar paulatinamente el uso de los combustibles fósiles en generación eléctrica y diversificar la matriz con una mayor penetración de energía hidráulica, nuclear y renovable, porque tenemos todavía una fuerte dependencia con el gas natural, resultado de la década del ’90. En ese momento, se pensaba un país con una mayor participación de la generación térmica a base de gas, porque el gas era barato y abundante. Y si bien es un combustible más limpio y produce menos emisiones que los combustibles líquidos o el carbón, hubo un sobreuso del recurso. En pocas palabras, los estudios de planificación descartaron a las fuentes renovables y a la energía nuclear.

 

–Está bien, pero también influyó el accidente de Chernobyl, que enfrió la actividad nuclear y generó un temor tremendo en todo el mundo.

–Sí, desde ya que impactó y produjo una discontinuidad en el desarrollo nuclear. Sin embargo, previo a Chernobyl la desregulación del mercado eléctrico a nivel mundial desmotivó la inversión privada para la construcción de nuevas centrales nucleares. Además, la baja del precio del uranio contribuyó a discontinuar la exploración, llevando en nuestro país a suspender la explotación de sus yacimientos, dado que era más barato importarlo que producirlo localmente.

 

–Además, durante los años ’90 se avanzó fuertemente en desmantelar la CNEA y paralizar la actividad nuclear. En aquellos años, ¿qué decían sus estudios de prospectiva?

–Por entonces, en los escenarios se preveía que un bien escaso como el petróleo podía subir de precio. A contracorriente de todo, los estudios del ingeniero Francisco Carlos Rey y su equipo indicaban que en el largo plazo la opción nuclear iba a volver a ser competitiva. En los ’90, se planteaban escenarios en los cuales se estimaba que el barril de petróleo estaría a 40 dólares para el año 2020, siendo así competitiva la energía nuclear. Pero fíjese, la realidad nos pasó por encima mucho antes: el barril superó los 100 dólares. Esta visión permitió mantener activos los grupos de investigación y desarrollo de CNEA.

 

–¿Y cuál es el papel que tiene el sector nuclear a futuro?

–Mientras avanza la terminación de Atucha II, ya hace falta una cuarta, una quinta y una sexta central, porque nuestro país necesita diversificar la matriz eléctrica. Cuando hay poca agua en los ríos, tenemos que quemar más combustible fósil. En algunas centrales térmicas, por escasez se reemplaza el gas natural por gas oil o fuel oil, que son mucho más caros. Por eso hace falta establecer un plan nuclear como política de Estado.

 

–¿Qué características tendrían esas centrales?

–Lo más aconsejable sería que la cuarta central fuera de uranio natural y agua pesada, que es como se viene trabajando hace décadas, e iniciar la línea de uranio enriquecido y agua liviana para las siguientes. Argentina produce agua pesada en la planta de Arroyito. Actualmente la planta tiene capacidad ociosa y se podría hacer economía de escala, ya que a medida que aumenta la producción los costos se van reduciendo. Además, fabrica los elementos combustibles en Conuar, los tubos de aleaciones especiales en Faesa y la producción del dióxido de uranio en Dioxitek. Para incorporar la tecnología de uranio enriquecido necesitaríamos más tiempo y, por la demanda prevista, no hay que retrasar el inicio de la cuarta central.

 

–¿Algo más que quiera decir?

–Una particularidad que no mucha gente sabe es que la máquina más grande del parque de generación eléctrico argentino es nuclear, la Central Embalse, de 648 MW. Y cuando esté operativa, la de mayor potencia del sistema será Atucha II, con 745 MW. Somos y seguiremos siendo un país nuclear.

 

Fuente: “Página 12”